En los comienzos de mi carrera como jugador de torneos tuve que decidir cómo iba a reaccionar ante una oferta de arreglo en un certamen grande.
Tenía que cuidarme de que no se aprovecharan de mí si llegaba a arreglar. Honestamente, no me consideraba muy bueno para hacer arreglos justos y no me sentía cómodo tratando de aprovecharme de otras personas.
Así que tenía un dilema. En ese momento decidí que el dinero sería mi prioridad. Estaba quebrado, jugando u$s 20-40 limit hold’em en Foxwoods, tratando de juntar dinero para pagar buy ins de torneos. Pero todavía era joven y vivía con mi mamá, así que no podía ser tan importante. No tenía hijos a los cuales alimentar o facturas para pagar. Todo eso me facilitó la decisión: jamás haría un arreglo en un torneo, sin importar las consecuencias.
A pesar de que esto suena extremo, tiene beneficios. Al no arreglar, jamás se podrían aprovechar de mí ni me aprovecharía de otros. Además, en el largo plazo, todo se igualaría. Tendría mi porción de primeros, segundos y terceros puestos. Siempre sentí algo especial al ganar un torneo sin ningún arreglo.
A veces escucho que la gente me dice que debería arreglar porque las ciegas están muy altas y hay muy poca habilidad. A pesar de que eso puede ser verdad, ¿quién dice que tengo menos suerte que mi oponente? ¿Cómo puedo salir perdiendo a la larga si nunca arreglo? De hecho, hasta puede ser ventajoso no arreglar porque le pongo presión financiera a mis rivales, haciéndolos jugar más precavidos para subir en la escala de pagos. Mi meta siempre es ganar el torneo y jugar contra oponentes que están tratando de no perder me facilita el trabajo.
Sin embargo, ése no es el único beneficio. Otro que encuentro importante es lo que llamo la “política del poker”. Imaginemos que hay un fish en el circuito y todos opinamos que es un fish pero, por respeto, no se lo decimos. No hay motivos para decírselo. Si yo hiciese arreglos, él se daría cuenta que es un fish sin que yo se lo dijera. Les doy un ejemplo.
Digamos que llego al heads up en un torneo con Allen Cunningham y estamos igualados en fichas. Sabiendo lo bien que juega Allen, decido arreglar y evitar apostar tanto dinero sin tener ventaja. Parece la decisión correcta, ¿no? Al fin y al cabo, es mi amigo. Ahora, aquí aparece el problema. Digamos que al día siguiente llego a otro heads up, esta vez en Omaha high low, con otro amigo, John Juanda, y estamos empatados. Sabiendo que soy mejor que John en este juego, me relamo los labios. Imaginen que John me dice:
-¿Arreglamos?
-No, John, perdón. No hago arreglos.
-¿Qué me dices? ¡Si hiciste un arreglo con Allen ayer!
-Sí, lo hice. Bueno, ahora ya sabes lo que pienso sobre cómo juegas Omaha…
Obviamente es un chiste; John es muy bueno jugando Omaha, sólo que me gusta molestarlo cada tanto je, je. Es que hace mucho tiempo, Omaha high low era el peor juego de Juanda. Así que, en el pasado, arreglar con él habría sido un error.
Aún más importante es que juego en el circuito con muchos amigos. Por supuesto que no todos juegan igual de bien, así que ¿para qué avergonzarlos haciéndoles saber lo que pienso de sus habilidades? Algunos hasta podrían entender que no me caen bien y que no soy realmente amigo de ellos si soy selectivo con los arreglos.
No arreglar es limpio y simple. Siempre me voy a llevar el dinero del puesto en el que termine. Es simple. Nunca tengo que dudar de mi decisión ni decir “¿por qué no arreglé?” o “¿por qué arreglé?
Pero cuidado. Tampoco estoy diciendo que no entiendo a los que sí arreglan. Jugar el circuito es caro y, a veces, el riesgo es demasiado grande para algunos, entonces terminan arreglando. Eso lo comprendo. No condeno a los jugadores que hacen arreglos, sólo que los arreglos no son para mí.
Sí les recomiendo que, si tienen estabilidad económica y el dinero no les cambia la vida, eviten arreglar. Una vez que la gente los conozca como “un tipo que no arregla”, los van a entender y respetarán su decisión. Obvio que, a veces, la gente me ruega que haga un arreglo pero no me pueden quebrar. A veces hasta ni siquiera me molestaría arreglar y, así y todo, no lo hago. Si lo hago una sola vez, ya no soy más “el tipo que no arregla”. Me convierto en “el tipo que si me caés bien, juegas bien y necesitas el dinero, arreglo” Eso no suena muy convincente, ¿no?
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