El poker y la política está íntimamente ligados.
Mas allá del gusto personal por el juego, ambos comparten facetas similares: estrategia, credibilidad, poder leer la fuerza o la debilidad en el otro, y claro, saber cuándo mentir.
Es por eso que muchos políticos se inclinan por unas partidas de poker a la hora de relajarse. Y así sucedió durante décadas, y aun en la actualidad, que los Presidentes de Estados Unidos sean recreativos de este deporte, desde Lincoln hasta Obama.
El periodo de gobierno de Abraham Lincoln comenzó en 1861, pero el gusto por el poker ya lo había adquirido de joven. Ya siendo Presidente, se refirió a él como una cuestión de diplomacia.
Tiempo más tarde, llegaron los mandatos de los Republicanos Theodore Roosevelt, Warren G. Harding, Dwight Eisenhower, Richard Nixon, y también de los demócratas Franklin D. Roosevelt, Harry Truman y el propio Obama, todos ellos adeptos al juego de naipes.
Si bien desde que Barak Obama asumió su cargo dejó un poco de lado al poker, nunca ocultó su gusto por este, e incluso, en varias ocasiones ha disputado partidas caseras con políticos tanto Republicanos como Demócratas, donde se jugaba muy poco dinero.
Terry Link, un colega de Obama, quien se sentó en una de sus partidas, le relató al historiador James McManus, que el Presidente jugaba con un estilo muy “calculador, con mucha paciencia” y que si entraba en una mano, “seguramente tendría juego, aunque muchas veces ha aprovecho su cara de piedra para realizar algún bluff”.
Además, según el propio Obama contó, este lleva siempre consigo una ficha de poker de la suerte que le regalo un votante, allá por el 2007. Quizás ahora que está cerca de dejar la Casa Blanca, pueda dedicarse un poco más a este deporte que tanto le gusta. ¿Te lo imaginas jugando la WSOP del año que viene?
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