Los profesionales del juego de cartas más famoso van al gym, se cuidan con las comidas y ni prueban el alcohol. Claro: hay mucha plata de por medio.
No se ha determinado científicamente aún su capacidad masoterapéutica, pero estudios empíricos recientes permiten aventurar que cuando éstas beldades apoyan sus dedos, sus manos y -sobre todo- sus pechos sobre la espalda de un jugador de poker la recarga energética es inmediata. Tampoco se ha comprobado si hay una relación causal entre dicho tratamiento y el desempeño posterior del afortunado. Pero no hay dudas de que, en ocasiones, los masajes son aún más codiciados que la fortuna que hay en disputa. Los aplican morochas y rubias, indistintamente, que se pasean por el salón enfundadas en profundas calzas negras y ajustadas remeras rojas que, por sobre las sinuosidades que ocultan, se anuncian en letras plateadas como “Thee Best Hand”. Un juego de palabras entre “tu mejor mano” para los masajes y “tu mejor mano” para las cartas, eslogan de la empresa que provee el servicio (cuya mención aquí no implica necesariamente un canje con el cronista) y a la vez eficiente gancho publicitario, a juzgar por la demanda incesante.
Quien no parece reparar en tan generosa oferta es un pibe flaco, de remera gris y buzo negro con capucha que se esconde bajo un gorro de lana verde pese al calor caribeño, que usa unas gafas de sol wayfarer aunque es de noche y se distrae con unos auriculares tipo vincha, de esos de la marca que hay que tener. Sentado a una mesa, pasa inadvertido hasta que se para en un grito de bronca, deja su silla de un salto y emite improperios con la cara pegada a la lente de una cámara de televisión que se le acerca. La voz lo delata: es Aaron Paul (37), el vendedor de drogas Jesse Pinkman de la serie Breaking Bad, ícono de la vida licenciosa. El enojo por la derrota sólo le dura los pasos que lo separan de dos señoritas, una rubia y una morocha, que esperan en el pasillo.
Acaba de limpiarlo Dan Colman, un típico joven estadounidense de 26 años -aspecto de estudiante de la prepa, brazos musculosos y cara de, por qué no, naipe- con una cuenta bancaria no tan típica: sólo desde 2014 ganó 27.152.017 dólares en eventos públicos de poker. Aunque aquí no se coronorá campeón, caer en su mesa resultará una muerte segura para casi cualquiera, con o sin masajes de por medio.
Estamos en el Pokerstars Championship Bahamas, la fecha caribeña del torneo mundial de la mayor empresa de poker online. Un circo de vicios que seguirá en las noches de Panamá, Londres, Macao y Montecarlo y que, entre el 6 y el 14 de enero, se instaló en estas playas que un chef palermitano definiría como de finos granos de mineral emblanquecidos bañados por transparencia hídrica con notas de espuma. Las disfrutó James Bond en Operación Trueno (con Sean Connery, de 1965) y en Casino Royale (con Daniel Craig, 2006) y no necesitan de filtro para saber a paraíso.
Claudine Auger no está acá -tampoco Ursula Andress, aunque alguna tenga poco que envidiarle-, ni se ven caballeros de esmoquin agitando martinis. Todo lo contrario: los jugadores se visten con bermudas, gorras con visera y hasta ojotas -comodidad para aguantar jornadas eternas-, rara vez se hacen comentarios filosos entre ellos y ni siquiera huelen el alcohol. Más parecen ajedrecistas que apostadores. Se presentan como deportistas, pero se manejan como empresarios de fino cálculo. El torneo principal tiene a 738 inscriptos, entre jugadores profesionales y amateurs, muchos de los cuales se ganaron el lugar apostando diez dólares online. Otros pagaron los 5.000 verdes requeridos para entrar a este certamen de 6 días de la modalidad Texas Holdem, el “Main Event”.
Estamos en el Pokerstars Championship Bahamas, la fecha caribeña del torneo mundial de la mayor empresa de poker online. Un circo de vicios que seguirá en las noches de Panamá, Londres, Macao y Montecarlo y que, entre el 6 y el 14 de enero, se instaló en estas playas que un chef palermitano definiría como de finos granos de mineral emblanquecidos bañados por transparencia hídrica con notas de espuma. Las disfrutó James Bond en Operación Trueno (con Sean Connery, de 1965) y en Casino Royale (con Daniel Craig, 2006) y no necesitan de filtro para saber a paraíso.
Claudine Auger no está acá -tampoco Ursula Andress, aunque alguna tenga poco que envidiarle-, ni se ven caballeros de esmoquin agitando martinis. Todo lo contrario: los jugadores se visten con bermudas, gorras con visera y hasta ojotas -comodidad para aguantar jornadas eternas-, rara vez se hacen comentarios filosos entre ellos y ni siquiera huelen el alcohol. Más parecen ajedrecistas que apostadores. Se presentan como deportistas, pero se manejan como empresarios de fino cálculo. El torneo principal tiene a 738 inscriptos, entre jugadores profesionales y amateurs, muchos de los cuales se ganaron el lugar apostando diez dólares online. Otros pagaron los 5.000 verdes requeridos para entrar a este certamen de 6 días de la modalidad Texas Holdem, el “Main Event”.
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